miércoles, 16 de enero de 2013

La cascada de los lamentos


No se cómo partir la historia que les contaré pero comenzaré diciendo que no soy una persona que sepa usar signos de puntuación, olvídense de las comas, al fin y al cabo nadie piensa con ellas y yo sólo me dejaré  guiar por lo que mi mente quiere expresar en este momento.

Hace muchos años en un pueblo arrocero de Osaka Japón existía un sabio que había atravesado largas pruebas a través de su vida, por lo que era conocido por su gran inteligencia, templanza y consejos milenarios acerca del espíritu. En este mismo pueblo existía un joven príncipe llamado Shizen el cual día a día solía ir hacia una cascada cercana a la aldea en donde se reflejaba a sí mismo por larga horas y comenzaba a ver cada una de sus imperfecciones del alma, del cuerpo y de su propio ser, el problema es que sólo miraba horas y horas, sin siquiera asomar una lágrima, tan sólo asumía que en su desdicha fantasmal aquel acto le permitía seguir viviendo. En el domo sagrado, todos le recibían con gran respeto, su disfraz que llevaba en sus hombros por años le daban la apariencia de niño altanero, mimado y vanidoso, sin embargo, nuestro Shizen lloraba al llegar a su habitación y rogaba a la naturaleza que su destino cambiara para bien.

Un día luego de tanto andar sin rumbo seguro de su propia coraza, tropezó con un cofre sagrado en el centro del domo, dentro existía un papiro con un escrito en Kanjis en el cual se leía "Gotas que caen de los árboles a tu boca"; largo tiempo intentó descifrar el mensaje hasta que apareció frente a él el sabio del pueblo, tomándole su mano le dirigió hacia la cascada, aquel lugar en donde el joven solía guardar sus lamentos y tristezas, al llegar el hombre sabio empujó al joven dentro de la cascada, lo cual provocó la sorpresa y el dolor del joven, ya que Shizen no estaba acostumbrado a ese tipo de acciones, por lo que en su alma algo cambió y comenzó a llorar desesperadamente durante horas, de pronto el sabio se acercó a él y poniendo su mano en el pecho del muchacho le prometió que de a poco aquella cascada reflejaría la verdadera dicha de ambos. 

Fue así como día tras día el joven y el sabio como uno solo, comenzaron a mover las aguas de aquella cascada hasta direcciones mágicas nunca vistas, poco a poco el joven príncipe japonés emprendió su vuelo del alma, sabiendo amar, perdonar, luchar y por sobre todo vivir en lo real.

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